Edición dedicada a Joseph Maurice Ravel

XXVII EDICIÓN 2025

Edición dedicada a Joseph Maurice Ravel

JOSEPH MAURICE RAVEL

El 7 de marzo de 1875, en la pequeña localidad pesquera de Ziburu (Ciboure) perteneciente al País Vasco francés, nace el compositor Joseph Maurice Ravel. Considerado una de las figuras musicales más importantes del siglo XX francés, Ravel destacará por su eclecticismo y estilo personal dentro del modernismo, así como por sus grandes dotes como orquestador.

De ascendencia suiza por parte de padre y vasca por parte de madre, la familia se traslada a París contando Ravel con unos meses de vida. Comienza sus estudios de piano a los 6 años demostrando un gran talento, no exento de la habitual pereza infantil a la hora de estudiar. Sus padres le introducen en el ambiente cultural parisino de finales del siglo XIX proporcionándole clases de piano, armonía y contrapunto, hasta que ingresa en el prestigioso Conservatorio de París en 1889. 

Allí recibe clases del genial compositor y pedagogo Gabriel Fauré y conoce a algunos de los que serán sus grandes amigos que lo acompañarán a lo largo de su vida, como el pianista español Ricardo Viñes, quien estrenará gran parte de la literatura pianística de Ravel. Durante su etapa en el conservatorio recibe influencias de la música de Debussy, Saint-Säens o Liszt y comienza a interesarse por los nuevos movimientos “rebeldes” impulsados por Satie y Chabrier, lo que le costaría futuras enemistades con los músicos más conservadores. De esta época son sus primeras obras como Habanera para dos pianos (1896) o su Pavana para una infanta difunta (1899), una de sus obras más tocadas a pesar de que el autor no le tenía mucho aprecio. 

En 1899 comienzan sus hostilidades con los músicos tradicionalistas, especialmente con el director del Conservatorio de París, Theodore Dubois. Esto ocurre a raíz de la prohibición por parte del director de asistir al estreno de Pelléas et Melisande de Debussy y a la que Ravel, fiel defensor del modernismo, hace caso omiso, asistiendo a las 14 representaciones. Igualmente, sus desencuentros en las cuatro ediciones del Premio de Roma (prestigiosa beca artística de Francia) en las que participa Ravel, sin suerte para el mismo, acabaría con la “jubilación anticipada” del director y miembro del jurado Dubois, tras el apoyo que recibe el joven compositor por parte de la prensa. Este escándalo mediático aumenta la fama de Ravel. 

De esta época son sus obras Cuarteto en Fa Mayor, Rapsodia española, Mi madre la oca o su gran obra pianística Gaspard de la nuit, pero si hay que destacar una de ellas es Juegos de agua (1901), pieza en la que alcanza su personalidad musical. Esta obra para piano fue descrita como “debussysta” por críticos de la época, siendo recíproco el comentario cuando Claude, dos años más tarde, estrena Estampes, tildado de "ravelista". Este hecho enfría la amistad entre ambos compositores, pero Ravel sigue demostrando su admiración por Debussy transcribiendo algunas de sus obras. 

En 1909, con 34 años, hace su primera gira en el extranjero viajando a Londres junto a su amigo y compositor británico Ralph Vaughan Williams, lanzando a la fama internacional el nombre de Ravel. Mientras tanto en París, se estrenaban multitud de ballet rusos, la mayoría dirigidos por el famoso empresario ruso Diaguilev, quien encargó obras a los más célebres compositores. Fue ahí cuando le llegó el turno a Ravel, componiendo la música para el ballet Daphnis et Chloé (1912), obra laboriosa y de larga duración que obtiene escaso éxito. Un año más tarde, Maurice apoyaría a su amigo Stravinski en el polémico y accidentado estreno en París de su obra (también encargada por Diaguilev) La consagración de la primavera. 

El inicio de la I Guerra Mundial sorprende a Ravel en plena composición de su Trío en La menor (con influencia de melodías populares vascas), y desde el primer momento intenta enrolarse en el ejército, pero por su baja estatura es rechazado. Sin embargo, dada su insistencia consigue ejercer de conductor de camión y ambulancias en el frente. Durante el conflicto bélico ve en primera persona los desastres causados por la guerra, quedando marcado para el resto de su vida. Pero el verdadero golpe le llega con la muerte de su madre, a la que estaba muy unido y de cuya pérdida nunca conseguirá recuperarse completamente. A pesar de todo, su actividad creadora sigue su curso, aunque a un ritmo más pausado. Compone la suite para piano de estilo neoclásico Le tombeau de Couperin, en recuerdo de sus amigos caídos en la guerra. Cuando le preguntaron cómo era posible que la obra pareciese más alegre que triste, él contestó: “los muertos son ya suficientemente tristes”. 

En 1918, poco antes de finalizar la guerra, fallece Claude Debussy, a quien Ravel compone una sonata para violín y violonchelo en su honor. Tras este fallecimiento, Ravel pasa a ser considerado como el más grande compositor francés vivo, recibiendo en 1920 uno de los títulos más importantes que otorga Francia, la Legión de Honor, pero el compositor lo rechaza. De ese año es su poema coreográfico para orquesta La Valse, encargado por Diaguilev y a cuyo estreno acuden Poulenc y Stravinski. 

En 1921 Ravel adquiere una casa a las afueras de París, Le Belvédère, hoy convertida en museo y donde compone sus últimas grandes obras. En ese lugar encuentra su sitio de reunión con otros colegas artistas y desarrolla su intensa vida social. Descrito como un hombre discreto, metro sesenta de estatura, con una pulcritud en su vestir y un estilo cercano al dandismo, destaca por su carácter servicial y reservado. Fue en “esa casucha a treinta kilómetros de París” donde hizo su famosa orquestación de Cuadros de una exposición de Mussorgsky en 1922. En 1925 compone su original ópera en un sólo acto El niño y los sortilegios y dos años más tarde la Sonata para violín y piano en la que introduce esos nuevos sonidos llegados a Europa desde el otro lado del Atlántico: el Blues y el Jazz. 

En 1928, con 53 años, realiza una gira por Estados Unidos y Canadá, donde sigue empapándose de aquellos nuevos estilos populares que le entusiasmaban. Allí conoce a un joven George Gershwin, quien pide ser alumno suyo a lo que Ravel se niega argumentando: “usted perdería su gran espontaneidad melódica para componer en un mal estilo raveliano” 

De vuelta a Francia, la célebre bailarina y coreógrafa rusa Ida Rubinstein encarga a Ravel un "ballet de carácter español". Éste le propone orquestar piezas de la Suite Iberia de Albéniz cuyo título sería Fandango, pero se encuentra con que todos los derechos de las obras de Albéniz están cedidos a un antiguo alumno del compositor español, por lo que decide comenzar una obra totalmente nueva. Escoge entonces una danza típica española, el bolero, creando un motivo ostinato, sin más desarrollo que un crescendo a lo largo de la obra que la conduce hasta su final. Una obra de apenas 15 minutos que el propio compositor define como un simple estudio de orquestación, pero que obtuvo un éxito inmediato, Bolero. 

Entre 1929 y 1931 compone sus últimos dos grandes trabajos. Son las obras para piano Concierto en Sol, con melodías inspiradas en el Jazz y el Concierto para mano izquierda, encargo del pianista Paul Wittgenstein tras perder el brazo derecho durante la I Guerra Mundial. Una obra de gran virtuosismo que estuvo acompañada de polémica, ya que el pianista, no del todo contento con la partitura, introdujo pequeñas modificaciones en la misma el día del estreno, cosa que enojó bastante al compositor. 

A partir de la década de los 30, Ravel comienza a mostrar síntomas de demencia, pero aún así consigue realizar giras exitosas por Europa. En 1932 sufre un accidente de tráfico que agrava su estado de salud, provocando problemas en la escritura, motricidad, lenguaje y su práctica desaparición de la vida pública. A pesar de seguir creando música, todos sus proyectos quedan inconclusos: “Ésta ópera está allí, en mi cabeza, la oigo pero no la escribiré jamás”. El compositor se retira definitivamente a su casa a las afueras de París, hasta su muerte el 28 de diciembre de 1937, a la edad de 62 años. Fue enterrado en el cementerio de Levallois-Perret. 

El legado que deja Ravel es el de uno de los mayores representantes de la música francesa de todos los tiempos, con 89 obras y 26 arreglos u orquestaciones. Fascinado por las melodías y ritmos populares, supo adaptarse perfectamente a cada estilo dejando su sello personal. Impresionismo, neoclasicismo, modernismo, nunca le gustaron las etiquetas, pero en cada una de sus obras siempre buscó la perfección.

Álvaro Agudo Villarejo

#Ravel150